Cádiz y el turismo...espacial
Buenos días:
No hace mucho que se ha celebrado el aniversario del famoso caso de Conil. Aunque estoy seguro que todos vosotros conocéis el caso, voy a hacer un resumen muy somero del caso: el 29 de septiembre de 1989, cinco jóvenes vieron en la playa conileña de los bateles algo que les cambiaría la vida: unos seres humanoides que después se transformaron en personas. Hubo muchas explicaciones sobre el tema, siendo la más aceptada que se trataban de buzos que por aquel entonces estaba instalando cables de telefonía por la zona. Hasta aquí todo bien, pero es que resulta que quizás tengamos otro de esos casos que ponen en duda todas las hipótesis y explicaciones, como el caso descrito de Aznalcóllar varios años antes del de Cussac, del que hablamos recientemente. Así que vamos allá.
Barbate:
Barbate es uno de los pueblos turísticos de la zona Sur de la provincia de Cádiz: muy relacionado con el atún y la pesca, es también la residencia actual del famoso investigador J.J. Benítez. Es un pueblo maravilloso y aunque no lo sepáis es el origen de la expresión "Cachondeo", debido a que cerca está el río Cachón. Pero no es por eso que traemos esta bella localidad gaditana (lo siento, no todos podéis ser de Cádiz como yo). si no por algo que aconteció bastante tiempo antes. De hecho, incluso se llamaba de otra manera este pueblo, así que nos vamos sin demora al año 1939.
1939:
Recién terminada la guerra civil española, y todavía con el recuerdo de la misma, nuestro protagonista D. Manuel Martínez Junquera, vecino del entonces llamado Barbate de Franco, comentaba que en el descanso de media tarde (para prevenir lo que ahora llaman distrés térmico, término que sustituye a la flojera andaluza, que se ha demostrado que no era tal), se encontraban en la llamada Sierra del Retín, que actualmente es un campo de maniobras y de tiro del ejército español (los que sean de Infantería de Marina en la provincia de Cádiz seguro que lo tienen muy presente).
Pues estando descansando, como hemos dicho, D. Manuel vio (recordemos, en 1939) un aparato redondo, reluciente como un cristal que pasó a baja altura.
Al pasar, aquella "cosa" producía un calor y un viento muy fuerte, como si fuera un torbellino. El extraño aparato tomó tierra a unos 30 metros de donde se encontraba nuestro testigo, tomando tierra tras hacer un ruido silbante y muy molesto.
Nuestro testigo, muy asustado, se tiró al suelo sin moverse durante unos 20 minutos y entonces ocurrió el verdadero avistamiento.
Los escayolados:
De la nave, siempre según el testigo, salieron dos "tíos escayolados", porque según él caminaban como si lo estuvieran. El aparato que vio era como si dos platos "soperos" estuvieran unidos por su parte más ancha, con un "cucurucho" en lo alto, terminado con una antena, de unos 20 metros de diámetro y con luces rojas, verdes y amarillas.
El testigo describió a los visitantes: tenían trajes como armaduras, de un color verde mohoso (como las estatuas antiguas enmohecidas por la acción del tiempo). Desde la zona de las cejas hasta la cintura llevaban unas rayas azules y horizontales que les cubrían el rostro, pecho y parte del vientre. Llevaban un cinto ancho y unos correajes que iban desde los hombros hasta el cinturón. Uno de ellos era espigado, el otro era más bajo y grueso (parece ser el primer caso de obesidad extraterrestre registrado).
Estuvieron deambulando por la zona, con una especie de linterna con la que mediante un haz de luz, apuntaban a todo. El caso es que acabado su proceso de reconocimiento, el alto con su brazo apuntó a una luz amarilla que había quedado en el sitio donde minutos antes se había abierto la puerta de la nave por la que salieron.
Este caso también aparece en el libro de J.J. Benítez "La punta del iceberg", y según refiere el investigador, varios días después visitó la zona con el testigo, Manuel, y se quedó asombrado al comprobar cómo la piedra donde aterrizó el supuesto UAP conservaba aún unos extraños orificios allí donde supuestamente se había posado el aparato, conservándose aún un árbol calcinado en parte cerca del lugar del aterrizaje,
Conclusión:
Para mí queda claro que existen paralelismos entre lo que vieron los testigos de Conil y D. Manuel en Barbate, sólo que los separan 50 años: quién sabe si lo que estaban era buscando nuevos destinos para el turismo espacial, y que luego ya se inauguró el destino definitivo. Pero lo que más me extraña es que J.J. Benítez, pudiendo elegir cualquier lugar del mundo para vivir y disfrutar, haya escogido precisamente Barbate, donde tuvo lugar este avistamiento y apenas a unos 15 kms del lugar del avistamiento de Conil.
Como siempre os recomiendo el libro de J.J. Benítez "La Punta del Iceberg" y os dejo con esta historia: quizás sea un palo en la rueda de las nuevas teorías tan en boga de la ufología actual: por si acaso, cuidado con los tíos escayolados.
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