Estoy seguro que todos estamos familiarizados con la noción de lo que es el tiempo, porque estamos vivos (por cierto, si usted no lo está y me está leyendo, por favor, haga el favor de comunicarse conmigo a la mayor brevedad posible). Pero entre otras cosas, el tiempo es otro de los misterios con los que nos encontramos en nuestro día a día: porque, ¿se ha parado a pensar realmente en qué es el tiempo?; recuerdo que una de las preguntas que me hicieron en una de las clases de física de secundaria (en aquellos años BUP) fue ésa: ¿Qué era el tiempo?. Y la verdad es que es una definición complicada, porque lo que todos tenemos claro es que existen dos modalidades de tiempo: lo que denominaríamos el tiempo objetivo y el tiempo subjetivo.
Por una parte tenemos el tiempo que denominamos objetivo, que incluso tiene una definición: si atendemos a la definición de lo que es un segundo, tenemos esta definición: Un segundo es la duración de 9 192 631 770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo de cesio (133Cs), a una temperatura de 0 K. Es decir, efectivamente tenemos una manera “objetiva” de medir el tiempo, y lo vamos agrupando en minutos, horas, días…etc. No vamos a entrar en las disquisiciones sobre si el tiempo tuvo un principio o no: para algunos el tiempo no es más que la medición de la entropía de un sistema determinado. Pero efectivamente, lo que parece que queda demostrado es que la realidad tiene una dimensión más (a parte de las espaciales) que es la temporal.
Pero ahora entramos en otra clase de tiempo, y es lo que podríamos denominar el tiempo subjetivo: y aquí queridos amigos es cuando la cosa se complica: algunas teorías (como las del vídeo que os dejo abajo) hablan de la posibilidad que exista cierto “cuanto” temporal o cantidad mínima de tiempo que somos capaces de medir, que estaría alrededor de los 30 milisegundos:
Pero el caso es que todos hemos sido objeto de algún tipo de percepción alterada del tiempo, y podemos poner dos ejemplos claros: imaginemos que estamos viendo un partido de fútbol en el que juega nuestro equipo favorito (no soy muy aficionado, ponga usted el que desee): el caso es que va ganando por un gol y que quedan 3 minutos para que acabe el partido: por una parte, para el equipo que va ganando (digamos que es el nuestro) esos tres minutos se hacen eternos: por otra parte, para el equipo que va perdiendo, esos tres minutos se hacen cortos, muy cortos: es decir, es la misma cantidad de tiempo, pero sin embargo lo percibimos de manera diferente.
Es decir, podemos decir que el tiempo cambia de “duración” según sea la emoción o la percepción asociada al mismo: pero cuidado, no siempre esa asociación tiene el mismo efecto en la sensación subjetiva del tiempo: por ejemplo, si usted está feliz, el tiempo se le pasa volando, pero si su equipo gana, y quedan esos 3 minutos, se hacen eternos. Lo mismo ocurre con las emociones negativas: cuando uno está esperando algo el tiempo se hace eterno, pero si es algo muy negativo, el paso del tiempo se acelera. El problema es por lo tanto la percepción del mismo, y de nuevo, como siempre, nos encontramos con el dilema de la conciencia.
Porque si tenemos que hacernos una pregunta clara es: ¿qué hace que seamos conscientes del paso del tiempo?...pues la memoria. Sí, para saber si ha pasado el tiempo debemos usar la memoria, tener recuerdos, de cómo era algo “antes” y cómo es “ahora” o será “después”: por ejemplo, cuando dormimos, no somos conscientes del paso del tiempo, porque entre otras cosas no tenemos recuerdo de ese momento (por regla general); de hecho, incluso, la cantidad de recuerdos que se almacenan de un suceso puede hacer que la duración subjetiva del mismo sea mayor o menor: analicemos por ejemplo algunos casos de ECMs, en los que la persona que las sufre refiere haber estado varios días (en algunos casos excepcionales más tiempo) en ese lugar más real que la realidad, cuando en el tiempo objetivo quizás hayan pasado apenas unos minutos en el estado de parada cardiorrespiratoria. Queda claro entonces que el tiempo subjetivo y la memoria tienen una relación muy estrecha.
Pero el caso es que además tenemos una nueva cuestión intrigante: y es el famoso concepto de tiempo perdido o missing time. Cuando pensamos en este fenómeno pensamos en casos de abducciones (de cualquier tipo), pero el caso es que es mucho más frecuente de lo que pensamos: de hecho, ante ciertos eventos muy traumáticos, nuestra mente (conciencia) bloquea los recuerdos de esa experiencia, lo que da lugar a un fenómeno de “tiempo perdido”: es frecuente el hecho de que ante accidentes graves de tráfico la persona que los sufre no recuerde nada del mismo. Pero eso no quiere decir que los recuerdos no se hayan creado, sino que de manera preventiva, se produce una inhibición del acceso a los mismos.
Parece que lo que tienen en común estos procesos de tiempo perdido es la imposibilidad de poder procesar de manera adecuada toda la información que existe de estos momentos: ya sea porque somos incapaces de asimilar el significado de esa información, o puede que se deba a que no somos capaces de clasificar esos recuerdos dentro de las características que tenemos mentalmente establecidas: es el famoso caso de la inefabilidad, o la incapacidad para describir con palabras algo que hemos visto. Así que como ven, el tiempo en el fondo no es más una manera que tenemos de describir la secuencia en la que aparecen nuestros recuerdos, que además se encuentran influidos por las emociones que tenemos asociadas a ellos. De todas maneras, simplemente recuerde que como decía el antiguo adagio: carpe diem, o aproveche el tiempo, porque uno nunca sabe cuándo va acordarse de lo que ha vivido. Un saludo y hasta la próxima.
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