La vida a ráfagas

 La vida a ráfagas





Si hay algo que caracterizó el año 2020 fue la famosa pandemia de coronavirus que todavía anda coleando con respecto a cómo se gestionó, cómo se pudo gestionar y cómo gestionaríamos un suceso similar. Pero no voy a hablar de eso, sino de (¡cómo no!), la conciencia, y sobre todo por un artículo que apareció en ese año, para ser exactos el 13 de Mayo de 2020.

Es un artículo muy técnico, donde se nos informa de in tipo muy específico de recuperación de coma de larga duración en pacientes que habían sufrido una parada cardiorrespiratoria de origen cardiogénico, es decir, que se les había parado el corazón. El problema de este tipo de paradas es que los pacientes luego entran en coma, y que cuánto más largo es el período en el que están en situación comatosa, más complicado es que se recuperen, y si lo hacen, les quedan importantes secuelas neurológicas. Pero lo curioso es que habla de algunos casos en los que eso no sucedía.

Uno de los aspectos más impresionantes y a la vez emocionantes de los que alguna vez estudiamos medicina es lo que se denomina el proceso de agonía. Por si no lo conocen, agonía es el proceso mediante el cual morimos: puede ser un período largo o corto, pero desde siempre es un proceso al que se asiste con respeto y que cada profesional aborda desde su propia perspectiva de creencias, opiniones y decisiones. Aunque a veces varía con el tiempo, tal como deja una de mis lecturas de adolescencia, La historia de San Michele, donde la muerte pasaba de ser una terrible enemiga a una amiga que evitaba sufrimiento.

Pero no vamos a entrar en la parte más filosófica del proceso de morir, sino en cosas que ocurren durante ese proceso y que forman parte de lo natural. Volvamos a nuestro artículo y lo que comentaba sobre recuperaciones "asombrosas", sobre todo porque en estos pacientes aparecían signos de que la posibilidad de recuperarse era muy lejana; y uno de esos signos era lo que se llama patrón electroencefalográfico persistente con supresión de ráfagas. Tras este nombre tan complejo se esconde la presentación en los registros electroencefalográficos de estos pacientes de una serie de activaciones de tipo esporádico de las zonas cerebrales, que podríamos asimilar a explosiones de actividad, entre procesos de falta de actividad neuronal, lo que clásicamente se llama electroencefalograma plano (en la imagen que ilustra esta entrada tienen una presentación de este fenómeno).

No hace mucho tiempo (en 2022), fue noticia que ciertos investigadores habían observado cierta actividad asociada a las zonas de memoria en el cerebro de personas moribundas. 
Este hecho causó mucho revuelo porque algunos vieron en esta actividad una causa a la famosa revisión vital que ocurre en los casos de Experiencias Cercanas a la Muerte (ECMs), pero curiosamente nadie se fijó en el artículo anterior, y evidentemente la pregunta que surge es ¿puede que esta actividad no sea más que un patrón electroencefalográfico persistente con supresión de ráfagas?. Es otro de las cuestiones peliagudas que recogen este artículo publicado en 2020. Pero todavía no hemos llegado a la pregunta clave: ¿y qué tiene que ver con la conciencia?. 

Si aceptamos como hipótesis válida sobre el origen de la conciencia aquélla que indica que la misma se asienta en nuestro sistema nervioso central (o eso parece), el registro electroencefalográfico observado en el momento de la agonía de estas personas puede tener otro significado mucho más complejo y a la vez apasionante: según la hipótesis que hemos comentado, nuestro sistema nervioso actuaría de manera análoga a un receptor de radio, que sintoniza con la conciencia que es ajena a él y que por lo tanto sobrevive a la muerte. Puede que ese grupo de ondas de actividad no sean más que el propio sistema nervioso central intentando "sintonizar" de nuevo con la conciencia, buscando la emisora perdida, intentando llegar de nuevo al ese yo interno que forma al menos una parte importante de la conciencia.

Si lo analizamos de esta manera, los episodios de "mejoría antes de la muerte" que son ampliamente recogidos por la literatura (tanto médica como no técnica), podrían deberse a que nuestro cuerpo logra, aunque sea de manera temporal, sintonizar con la conciencia, recuperar nuestros recuerdos, y permitirnos incluso despedirnos de nuestros seres queridos antes de dejar de poder comunicarnos con ellos, porque el médium único que es nuestro cuerpo entre nuestra conciencia y el resto del mundo está llegando al fin de su existencia. Como pueden ver, todo un desafío.

Puede que la conciencia siga siendo un misterio que está fuera de nuestra comprensión, o puede que tenga una respuesta meramente fisiológica o biológica. Lo que queda meridianamente claro es que los fenómenos que involucran a la conciencia y que aparecen en las fases perimortem siguen desafiando todo lo que creemos saber sobre cómo funciona nuestra conciencia y nuestro cerebro. Espero no haberles cansado con demasiados tecnicismos y hasta la próxima.

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