Le silence de la mer

 Le silence de la mer





Era yo un jovencito de apenas 15 años, en aquellos años en los que se estudiaba más francés que inglés, y se celebraba en el mi instituto (por cierto hoy cerrado y en ruinas, para vergüenza de todos) una de esas ferias del libro que pretendían crear el hábito de la lectura entre los más jóvenes: y por supuesto, teníamos libros en francés: paseando entre las mesas llenas de libros, miré uno que me sorprendió: se llamaba “Le silence de la mer”, escrito por Vercors. Realmente es un pseudónimo y lo que le hace especial es que está escrito en la época de la resistencia de Francia en la Segunda Guerra Mundial, por lo que lo hace un libro muy especial. Pero seguro que en este momento usted se está preguntando qué tiene que ver con la conciencia (no hace falta que digamos que es lo que más me gusta), y se lo voy a intentar explicar: voy a hablarles de un curioso hecho que suele acontecer según refieren muchos testigos justo antes de que suceda algún suceso anómalo: es la famosa “campana de silencio”.

Es un hecho curioso que muchas de las personas que han sido testigos de los fenómenos anómalos han descrito cierta sensación anterior al hecho en sí mismo: este fenómeno ha sido denominado como “campana de silencio”. En esencia, se trata de una especie de aislamiento sensorial que precede el evento: este aislamiento sensorial suele ser de tipo auditivo, o incluso que incluye el sentido del tacto (el testigo define una extraña calma tensa antes de que ocurra lo anómalo). Pero, ¿cómo podría explicar este fenómeno de aislamiento previo la hipótesis sobre la integración anómala de los datos recogidos por los sentidos o cualquier otro método?, pues vamos a intentar armar el argumento. Pero antes que nada, creo que como siempre es importante recordar algo que no podemos olvidar, y es lo siguiente:



Exacto, recordemos que es sólo una opinión; pero vamos allá: recordemos, los testigos refieren que justo antes de ser testigos de lo anómalo tienen una especie de silencio que refieren como una campana que les rodea. Como hemos dicho, a veces este silencio se acompaña del cese de cualquier tipo de suceso que se relacione con el normal devenir de la acción del testigo: pero por lo general, es el silencio, un silencio extraño y fuera de lo normal lo que hace que las personas se planteen que algo que no es normal está sucediendo o va a suceder.

Y justo aquí está la clave: en la percepción: recordemos que podemos decir que la percepción es el mecanismo por el cual nos hacemos conscientes de lo que registran nuestros sentidos. Pero también sabemos que nuestra percepción (integración) lleva una serie de características que la definen: primero, la extracción de la información conlleva una natural pérdida de datos, y segundo, que nuestra conciencia no trabaja “en paralelo” sino en serie, y eso hace que por ejemplo tengamos más accidentes cuando hablamos por el móvil porque estamos centrados en el mismo y no “integramos” las señales que nos avisan de que estamos a riesgo. Por lo tanto, podemos decir que cuando centramos nuestra atención en algo, literalmente “apagamos” la integración de otros sentidos que no sean precisos para lo que está centrando nuestra atención. Pero en el caso que nos ocupa ocurre algo curioso, precisamente ese “silencio sensorial” ocurre antes del suceso, no después de que ocurra. Entonces, ¿ cómo puede ser posible?.

Si aceptamos que nuestro cerebro tiende a acallar o anular los datos sensoriales que no considera necesarios para la integración que lleva a cabo en un determinado momento (por ejemplo, cuando queremos concentrarnos en un sonido solemos cerrar los ojos, para evitar que los datos visuales “distraigan” la integración), puede que la clave esté en la adquisición de datos que de manera anómala puede hacer nuestra conciencia, y es aquí donde vuelvo a hablar de la hipótesis que engloba el papel que el nervio vago tiene en la recepción anómala de la información.

¿Cuál sería el mecanismo en estos casos entonces?: puede que la recogida de datos de manera anómala por el nervio vago llegue a los centros superiores del sistema nervioso central, y que a partir del núcleo solitario del tronco encefálico, y con sus relaciones con las diferentes estructuras vaya ascendiendo en el encéfalo; a medida que sube esta información, y debido a la complejidad de su integración (recordemos que no se están integrando datos que provengan de órganos sensoriales especialmente diseñados para recoger cierto tipo de datos), el cerebro necesita dedicar todos sus recursos en la integración de la información que viene de estos datos: de esta manera, iría silenciando

la integración de los datos de aquellos sentidos que el cerebro asumiera como innecesarios, y de esta manera esa campana de silencio no sería real, sino que estaría producida por la concentración del procesamiento de la información en esos datos que llegan al mismo por vías anómalas y por lo tanto de más difícil integración.


No sé si se ha dado cuenta, pero este modelo plantea otra cuestión que es desafiante: ¿por qué recogemos los datos antes de que suceda el fenómeno anómalo?, ¿o es que el fenómeno anómalo está presente pero no puede ser detectado hasta que se produce este silencio sensorial, como ocurre cuando queremos oír un sonido determinado y cerramos los ojos para poder oír mejor?. Bueno dejo este punto en todo lo alto y trataremos este curioso punto al que nos ha llevado esta idea. Gracias si ha llegado hasta aquí y hasta la próxima.



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