Un incierto futuro

 Un incierto futuro


Siempre que se habla de la precognición, que recordemos que es como se denominan la capacidad de ciertas personas para prever situaciones que aún no se han presentado y que se desarrollaran en el futuro, existe cierta polémica alrededor de si esta capacidad puede estar presente en todas las personas o sólo en un grupo de ellas. Pues hoy voy a sacarles de la duda y la respuesta es que todos somos precognitivos, pero no en el sentido que todos están pensando: de hecho, vivimos en un “futuro pasado”. Si me acompañan...

Me he acordado de la historia corta de Philip K. Dick, El hombre dorado. En este relato se nos cuenta que su protagonista es un individuo especial. Carece de lóbulo frontal, por lo que carece de inteligencia. Es incapaz de abstracción o de razonamiento simbólico alguno. En este sentido, es inferior a la mayor parte de las aves o mamíferos y más semejante a los reptiles.

Sin embargo, no necesita inteligencia para sobrevivir, ya que posee un conocimiento perfecto del futuro inmediato. Es capaz de ver todas las líneas de acción futura (si bien de forma más difusa cuanto más alejadas están en el tiempo). En contrapartida, es incapaz de recordar el pasado. La pregunta es, ¿será esto verdad?: pues curiosamente y a una escala mucho más modesta de tiempo, lo es, y además es completamente natural, es decir, lo tenemos usted y yo, y lo usamos constantemente y de manera inconsciente, es decir, fuera de nuestra capacidad de conciencia y esto luego tendrá su “enjundia”.

Para explicar lo que quiero decirles primero unas ideas muy breves de cómo se transmite el impulso nervioso: la palabra clave es la velocidad, y para ello la naturaleza ha desarrollado algo que es un invento genial: y es la vaina de mielina: es una cobertura del axón de las neuronas (la parte larga) y que permite aumentar la velocidad del impulso nervioso, porque va a saltos, es decir, corre en vez de ir andando, por decirlo de una manera gráfica. De hecho, algunas de las más terribles enfermedades consisten precisamente en perder esta cubierta

Pero aún así, amigos míos, tenemos algo claro: un estímulo (del tipo que sea), debe ser recogido por los sensores, transmitido a través de la vía nerviosa a los centros de integración superiores, analizado por estos, generar una respuesta y provocar una acción de respuesta a este estímulo: puede ser regular la pupila a la luz, quitar la mano cuando nos quemamos o rematar de cabeza una pelota que nos han centrado para marcar un gol: y todo esto lo hacemos de manera inconsciente…pero además recuerden, tiene que recorrer un camino, una distancia.


Me voy a centrar en el tiempo que tardamos en hacernos conscientes de lo que vemos (por ejemplo) y generamos una respuesta: si queremos esquivar un golpe, o coger algo con la mano: y ese tiempo se ha medido: de hecho puede ser variable en varias personas, y en atletas de élite se puede entrenar: se llama tiempo de reacción, y en condiciones normales tiene una duración de 200 milisegundos: parece poco pero no lo es,  lo vemos en el tiempo que tardamos en frenar el coche cuando nos hacemos conscientes de un obstáculo y la distancia que recorremos.


Eso quiere decir que lo que usted piensa que es “ahora” es el pasado de hace 0,2 segundos: y cualquier reacción la está usted anticipando esos 0,2 segundos: hablando estrictamente, estamos “adivinando” cómo será nuestra realidad con un retraso de 0,2 segundos, vivimos en un retraso temporal eterno de 0,2 segundos, y seguramente usted no lo sabe: vive como decía el título de una famosa película, en días de un futuro pasado. Si es así, amigo mío, usted también es precognitivo, de manera natural, y encima lo hace inconscientemente. Seguro que se ha sorprendido.

Pero el cuerpo a veces necesita ir más rápido de lo que usted puede pensar, y entonces crea ciertos atajos que denominamos actos reflejos: son actos que no necesitan de la integración consciente de la información que se extraen de los datos de los sentidos: el ejemplo más clásico es retirar la mano cuando nos quemamos: no necesitamos pensar en retirarla, de hecho, cuando somos conscientes del dolor, ya seguramente habremos retirado la mano de lo que nos lo provoca (si podemos, claro): y, de nuevo, aquí quería llegar yo…


A partir de ahora, simplemente es una hipótesis. ¿Y si cierta información inicialmente no consciente, perteneciente al arco reflejo, y que no fuera la que de por sí termina integrándose, pasara a centros de integración de la información superiores?, ¿y si parte de la integración anómala de la información pasara porque cierta información se hace consciente cuando de manera natural no lo es?; ¿y si ciertas personas tuvieran la capacidad de tener ciertos “actos reflejos” que los demás no tenemos, por ejemplo, por una alteración a nivel de la formación de las vainas de mielina?...

Bueno, les dejo con este pensamiento, idea o quizás “magufada”, y espero haberles convencido de que efectivamente, a cierto nivel, todos somos precognitivos. Muchas gracias y hasta la próxima.

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