El camino de la percepción
Desde siempre se ha tenido en cuenta dentro del tema de las anomalías del cualquier tipo (ponga usted el fenómeno anómalo que desee) como parte de una percepción anómala. Esto que parece algo evidente, nos viene a decir que cuando aparece un fenómeno anómalo éste se debe a una “percepción anómala” del mismo, pero quizás a través de la estimulación “anómala” de nuestros sentidos, que recordemos que son básicamente cinco: vista, oído, tacto, gusto y olfato. Pero como saben que suelo ir un poco “por libre”, y usando este esquema, voy a darle un giro a esta hipótesis.
Bueno, tal como decíamos, los fenómenos anómalos, a veces se consideran “percepciones anómalas”; de hecho si usted busca en la literatura o bibliografía es el término que normalmente aparece: para decirlo fácilmente, estos sentidos recogerían estímulos que de manera normal no recogen y son los que luego serían integrados de manera normal usando las vías que cada uno de estos sentidos tienen. Es decir, si se ve, sería la vía auditiva, si se oye, la auditiva, si se huele, la olfativa y así sucesivamente. Es decir, lo anómalo es la recepción de la información.
Y es ahora cuando voy a dar mi opinión (hipótesis aún no porque falta madurarla mucho) sobre este tema: y me gustaría que volviera a traer en su memoria la primera imagen: si la recuerda, nos viene a decir que existen dos maneras en las que el cerebro tiene acceso a lo que ocurre tanto a su alrededor (medio externo) como en su interior (medio interno). Es decir, tenemos “sensores” tanto para el medio externo como interno. Y cada uno tiene sus vías específicas: normalmente los sensores del medio interno funcionan de manera autónoma, mediante el denominado sistema nervioso autónomo
Clásicamente este sistema se compone a su vez de dos subsistemas, el sistema nervioso simpático y el parasimpático: de ambos en el que me gustaría que fijaran su atención es el parasimpático: ¿y por qué?, pues porque este sistema tiene cuatro componentes que podríamos llamar “de la aristocracia” del sistema nervioso, que son los denominados pares craneales: de manera sencilla y sin mucho tecnicismo, son grandes nervios que se originan en el tronco del encéfalo, es decir, forman parte del sistema nervioso central. (Recuerden este punto)
Cuatro de estos pares craneales, pertenecen al sistema parasimpático, son el oculomotor (III), facial (VII), glosofaríngeo (IX) y vago (X). Y esto es importante porque a partir de ahora vamos a introducir otra variable en nuestra ecuación: lo que en anatomía se denomina “variables anatómicas”, que no son más que diferencias en la disposición normal de ciertos componentes de nuestro cuerpo: algunos de ellos tienen una significación muy importante, como es el caso del síndrome de Wolff-Parkinson-White, que produce una alteración cardíaca potencialmente mortal.
Como vemos, el nervio vago es de todo menos vago, quizás sea uno de los nervios más importantes de nuestro cuerpo. Pero lo que me interesa ahora es cómo integra la información: de manera habitual, no necesitamos pensar en respirar, o en hacer latir nuestro corazón: esto se regula de manera automática, y lo hace mediante unas vías específicas. Lo hace a través de un conjunto de células en el tronco cerebral que se denominan “núcleos”, en este caso, el núcleo dorsal del vago, si vemos la imagen, sus fibras aferentes (de los receptores) y eferentes (que salen) no pasan del tronco encefálico.
Como resultado, nosotros nunca nos hacemos “conscientes” de los mecanismos que regulan las funciones que tiene asignada este nervio. Pero ahora viene mi propuesta: ¿y si hubiera alguna variabilidad anatómica en algunas personas que conectaran estas células del tronco encefálico con estructuras superiores?; ¿y si lo que hicieran las personas que tienen ciertas sensibilidades es integrar de manera diferente la información que les llega del medio interno, y una vez que entrara en las vías de integración de los sentidos, esta información se tratara de manera normal?.
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