El avión fantasma

 


En la edición dominical del 25 de julio de 1948, el Diario de Burgos, un periódico provincial de la España de la posguerra, publicó en su segunda página una breve y enigmática nota titulada "El avión fantasma". El artículo, un pequeño recuadro entre noticias sobre negociaciones comerciales y sorteos de lotería, describía un avistamiento aéreo desconcertante. Según el texto, dos pilotos norteamericanos habían observado de noche un aparato de "enorme tamaño", sin alas, que "despide llamaradas por su parte posterior" y vuela a "mil kilómetros por hora". La noticia, aunque fascinante, era confusa y geográficamente imprecisa, situando el suceso en Atlanta (Georgia, USA).

Este informe, aparentemente un eco distorsionado de un suceso lejano, es en realidad un artefacto histórico de gran valor. Su publicación en un periódico regional español, en una época de estricto control informativo y aislamiento internacional bajo el régimen de Franco, revela la penetración y el poder de fascinación que el fenómeno de los "platillos volantes" había alcanzado a nivel global. Apenas un año después de que el piloto Kenneth Arnold acuñara el término en 1947, la ansiedad y la curiosidad por los cielos, en plena aurora de la era atómica y la Guerra Fría, no conocían fronteras. La decisión editorial de incluir esta extraña historia, a pesar de sus evidentes errores de transmisión, subraya que el interés por tecnologías aéreas desconocidas y potenciales amenazas —ya fueran soviéticas o de un origen más exótico— era un sentimiento universal.

La clave para desentrañar el misterio reside en descifrar su ubicación. Un análisis comparativo revela que la ubicación correcta era Montgomery, Alabama, USA.Este desciframiento es la piedra de Rosetta que nos permite conectar la críptica nota del Diario de Burgos con uno de los incidentes más importantes, documentados e influyentes en la historia de la ufología: el encuentro Chiles-Whitted.

Reconstruiremos los hechos que ocurrieron en los cielos de Alabama en la madrugada del 24 de julio de 1948. Se analizarán los testimonios de sus testigos altamente cualificados, la detallada descripción del objeto observado y la subsiguiente investigación oficial por parte de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF). Se demostrará que este avistamiento no solo provocó una crisis interna en el seno del primer proyecto gubernamental de estudio OVNI, el Proyecto Sign, sino que también sentó las bases para la narrativa de encubrimiento que ha definido al fenómeno durante más de setenta y cinco años. La breve noticia sobre un "avión fantasma" es, en realidad, la puerta de entrada a una historia compleja sobre tecnología, percepción, secreto militar y el nacimiento de un mito moderno.

El Encuentro sobre Alabama – Reconstrucción de un Incidente Clave

El evento que el Diario de Burgos reportó de forma confusa fue un encuentro cercano y detallado que involucró a testigos de una credibilidad excepcional. La calidad de estos observadores es, en gran medida, lo que eleva el incidente Chiles-Whitted por encima de miles de otros informes de "luces en el cielo" y lo convierte en un pilar del estudio ufológico.

Los Testigos y su Credibilidad:

Los protagonistas del avistamiento fueron el Capitán Clarence S. Chiles y su copiloto, el Primer Oficial John B. Whitted, ambos al mando de un vuelo comercial de Eastern Air Lines. Lejos de ser observadores casuales, Chiles y Whitted eran profesionales altamente respetados con un historial impecable. El Capitán Chiles, con 8,500 horas de vuelo en su haber para 1948, había servido como Teniente Coronel en el Comando de Transporte Aéreo del Ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, John B. Whitted había sido piloto de los formidables bombarderos B-29 durante el conflicto. Dentro de Eastern Air Lines, ambos eran conocidos por ser pilotos "cuidadosos y conservadores", no dados a la exageración o la fantasía. Su formación militar y su experiencia civil les proporcionaban una capacidad de observación y juicio en el aire muy por encima de la media.

A bordo del avión Douglas DC-3 viajaban veinte pasajeros, la mayoría de los cuales estaban dormidos en el momento del incidente. Sin embargo, hubo un tercer testigo clave: Clarence L. McKelvie, un editor de Columbus, Ohio, y también veterano de la Fuerza Aérea. Aunque su visión del evento fue mucho más fugaz, su testimonio proporcionaría una corroboración crucial e independiente a lo que los pilotos presenciaron desde la cabina. La sólida reputación de los tres testigos principales fue un factor que la Fuerza Aérea no pudo ignorar en su investigación posterior.

Cronología del Avistamiento:

El vuelo de Eastern Air Lines había despegado de Houston, Texas, en la noche del 23 de julio de 1948, con destino a Atlanta y Boston. La madrugada del 24 de julio encontró al DC-3 volando a una altitud de 5,000 pies (aproximadamente 1,500 metros) en un cielo mayormente despejado, con una luna brillante iluminando nubes dispersas.

Aproximadamente a las 2:45 AM, mientras sobrevolaban una zona a unos 20 millas al suroeste de Montgomery, Alabama, el Capitán Chiles fue el primero en notar algo inusual. Vio un "brillo rojo opaco por encima y delante de la aeronave". Su primera reacción, basada en su experiencia, fue pensar en la tecnología militar más avanzada de la época. Alertó a su copiloto: "Mira, aquí viene un nuevo avión a reacción del Ejército".

Sin embargo, en cuestión de segundos, el objeto se abalanzó sobre ellos a una velocidad que descartaba cualquier avión convencional conocido. Chiles reaccionó instintivamente, virando bruscamente el DC-3 hacia la izquierda para evitar una colisión. El objeto, a su vez, pareció realizar una maniobra de corrección, virando también y pasando por el lado derecho del avión a una distancia que los pilotos estimaron en unos 700 pies (unos 213 metros). Fue durante este pase cercano, que duró entre 10 y 15 segundos, cuando ambos pilotos pudieron observarlo con detalle. Inmediatamente después de adelantarles, el objeto ejecutó una maniobra asombrosa: "se elevó con una tremenda explosión de llamas por su parte trasera y ascendió vertiginosamente hacia las nubes", desapareciendo de su vista. El encuentro había terminado.


Anatomía del "Avión Fantasma":



Las descripciones proporcionadas por Chiles y Whitted, tanto en sus informes iniciales como en bocetos que dibujaron de forma independiente, son notablemente consistentes y detalladas. El objeto no se parecía a nada que hubieran visto antes.

  • Forma y Dimensiones: Ambos coincidieron en que era un fuselaje sin alas, con forma de "cigarro" o "torpedo". Lo describieron como de un tamaño enorme, con una longitud estimada de 100 pies (unos 30 metros) y un diámetro comparable al doble o triple del fuselaje de un bombardero B-29.
  • Estructura y Luces: El aspecto más extraordinario del objeto era su aparente estructura. Los pilotos describieron "dos hileras de ventanas" o aberturas cuadradas a lo largo del fuselaje, que sugerían una cubierta superior y otra inferior. Desde estas ventanas emanaba una luz intensamente brillante, que compararon con una "llamarada de magnesio". Además, un "intenso resplandor azul oscuro" recorría toda la longitud de la parte inferior del fuselaje, "como una luz fluorescente azul".
  • Propulsión y Estela: El objeto dejaba tras de sí una estela de "llamas rojo-anaranjadas" que se extendía entre 30 y 50 pies (de 9 a 15 metros). Chiles describió que el color era más claro en los bordes exteriores de la llama. Ambos pilotos afirmaron que no escucharon ningún sonido proveniente del objeto. A pesar de que algunas crónicas posteriores mencionaron que el DC-3 fue sacudido por la estela del objeto, tanto Chiles como Whitted declararon que su avión no se vio afectado por ninguna turbulencia.
  • Discrepancias Menores: Aunque sus testimonios coincidían en los puntos principales, existían pequeñas diferencias. El Capitán Chiles afirmó haber visto lo que parecía una cabina de piloto iluminada en la parte delantera y una especie de "nariz" o sonda larga, similar a un poste de radar. Whitted, por su parte, no observó estos detalles.

El testimonio del pasajero Clarence McKelvie, aunque menos detallado, fue vital. Desde su ventanilla en el lado derecho del avión, vio una "brillante estela de luz" que pasó a toda velocidad. No pudo distinguir forma ni estructura, pero su confirmación de un evento luminoso anómalo y rápido en el momento exacto del encuentro reforzó enormemente la credibilidad de los pilotos.

Es precisamente la descripción de las "ventanas" lo que constituye el elemento más disruptivo y significativo de este caso. Mientras que una luz brillante, una estela de fuego o una alta velocidad podrían, con cierto esfuerzo interpretativo, atribuirse a un fenómeno natural como un bólido, la descripción de una estructura manufacturada con características ordenadas como dos hileras de ventanas cuadradas implica algo completamente diferente. Sugiere, de manera inequívoca, la presencia de un objeto artificial, tecnológicamente avanzado y, potencialmente, ocupado. Este detalle es el que crea una ruptura epistemológica para los investigadores. Los obliga a enfrentar un dilema: o bien dos de sus pilotos más experimentados y fiables sufrieron una alucinación colectiva, imaginando detalles estructurales complejos de forma casi idéntica, o bien se encontraron con una tecnología voladora de origen desconocido. La explicación oficial posterior intentaría reducir este detalle crucial a una mera "impresión subjetiva" producida por la persistencia retiniana. Sin embargo, la consistencia del testimonio de dos observadores entrenados sobre este punto específico es el argumento más sólido contra la hipótesis del meteoro. Las "ventanas", por tanto, no son un detalle más; son el corazón del enigma, el elemento que eleva el caso Chiles-Whitted de un simple avistamiento a un problema fundamental para la ciencia y la inteligencia militar.

La Búsqueda de Explicaciones – Meteoros, Psicología y Prototipos Secretos

La Hipótesis Oficial – Un Bólido Brillante

La explicación oficial, que finalmente se consolidó y fue declarada como la conclusión formal del Proyecto Libro Azul en 1959, fue que los pilotos habían presenciado un meteoro excepcionalmente brillante, conocido como bólido.2 Esta teoría fue defendida principalmente por el Dr. J. Allen Hynek, un astrónomo de la Universidad Estatal de Ohio que actuaba como consultor científico para el Proyecto Sign.

Los argumentos a favor de esta hipótesis se centraban en varios puntos:

  • Consistencia visual: Hynek argumentó que la "cola de fuego" y la "súbita desaparición" eran consistentes con el breve paso de un meteoro entrando y consumiéndose en la atmósfera. El astrónomo y escéptico Donald Menzel apoyó esta idea, sugiriendo que el cuerpo del meteoro, al calentarse por la fricción, brillaría con incandescencia blanca y azul, mientras que los gases expulsados formarían el "escape" de llamas.
  • Contexto astronómico: El avistamiento ocurrió durante un período de "actividad meteórica muy incrementada", coincidiendo con la lluvia de meteoros de las Delta Acuáridas del Sur. De hecho, se registraron numerosos informes de meteoros brillantes por parte de astrónomos aficionados en el sureste de los Estados Unidos en la noche del 23 al 24 de julio.
  • Explicación psicológica: El elemento más problemático para la teoría del meteoro eran las "ventanas". Hynek abordó esto sugiriendo que no eran reales, sino una "impresión subjetiva". Escribió: "Habrá que dejar que los psicólogos nos digan si la estela inmediata de un meteoro brillante podría producir la impresión subjetiva de una nave con ventanas iluminadas". En esencia, la teoría postula que los pilotos, bajo el estrés de un evento inesperado y brillante, interpretaron erróneamente un fenómeno natural y su cerebro "rellenó los huecos" con detalles estructurales familiares.


La Crítica a la Hipótesis del Meteoro:

A pesar de ser la postura oficial, la hipótesis del meteoro ha sido ampliamente criticada por no ajustarse a los hechos clave del testimonio. Físicos como James E. McDonald, quien entrevistó personalmente a Chiles y Whitted en la década de 1960, concluyeron firmemente que no habían visto un meteoro. Las críticas se centran en un punto fundamental e irreconciliable:

Los meteoros no realizan maniobras inteligentes. El núcleo del testimonio de los pilotos no es solo haber visto una luz, sino haber presenciado un objeto que ejecutó maniobras controladas. Según los testigos, el objeto viró para evitarlos y luego ascendió deliberadamente hacia las nubes. Los meteoros siguen trayectorias balísticas dictadas por la gravedad y la física atmosférica; no cambian de rumbo ni "ascienden" para desaparecer. Este comportamiento es indicativo de un vuelo controlado, no de la caída de una roca espacial.

Además, la explicación psicológica para las "ventanas" es considerada por muchos como una conjetura ad hoc e insatisfactoria. Resulta difícil aceptar que dos pilotos veteranos, entrenados para la observación precisa bajo presión, pudieran experimentar simultáneamente la misma "impresión subjetiva" de una estructura tan detallada y ordenada como dos hileras de ventanas cuadradas. La consistencia en este detalle estructural sigue siendo el mayor obstáculo para la explicación naturalista.

¿Tecnología Secreta Terrestre?:

Si no fue un meteoro, ¿podría haber sido una aeronave secreta? Esta hipótesis sitúa el evento en el tenso contexto de la Guerra Fría. La posibilidad de que fuera un prototipo avanzado, ya sea estadounidense o soviético, debe ser considerada.

  • Prototipos Estadounidenses: A finales de la década de 1940, la industria aeronáutica estadounidense estaba en plena efervescencia, desarrollando numerosos aviones experimentales. Proyectos como los interceptores de configuración "pusher" (hélice trasera) como el Curtiss-Wright XP-55 Ascender o el Vultee XP-54 Swoose Goose, o los diseños de ala volante de Northrop como el N-1M y el N-9M, exploraban conceptos radicales.16 Sin embargo, un análisis de estos y otros prototipos de la época revela que ninguno se ajusta a la descripción proporcionada por Chiles y Whitted. Ninguno era un fuselaje sin alas de 30 metros propulsado por una llamarada visible, capaz de las velocidades y maniobras descritas.
  • Tecnología Soviética: La idea de que pudiera ser un avión espía soviético, quizás basado en tecnología alemana capturada al final de la guerra (como los proyectos "Amerikabomber" diseñados para atacar EE. UU.), también se ha barajado. Sin embargo, esta posibilidad parece aún más remota. La idea de que la Unión Soviética poseyera en 1948 una tecnología tan revolucionaria, décadas por delante de la estadounidense, y que la operara de forma tan abierta y arriesgada sobre el espacio aéreo del sureste de Estados Unidos, desafía la lógica estratégica y el conocimiento histórico sobre las capacidades tecnológicas de la época.
En resumen, ninguna de las explicaciones convencionales logra abarcar de manera satisfactoria todos los elementos clave del avistamiento. Cada una resuelve una parte del rompecabezas mientras ignora o distorsiona otras.

Conclusión:

El breve y confuso artículo sobre un "avión fantasma" publicado en el Diario de Burgos el 25 de julio de 1948 fue el eco lejano y distorsionado de un evento sísmico que tuvo lugar en los cielos de Alabama. El incidente Chiles-Whitted representa mucho más que un simple avistamiento; es un caso de estudio sobre los límites de la percepción, la credibilidad del testimonio y la compleja interacción entre los fenómenos inexplicables y las instituciones del poder.

Después de más de siete décadas de análisis, el objeto que se cruzó con el DC-3 de Eastern Air Lines sigue desafiando toda explicación convencional. La hipótesis del meteoro, aunque oficial, se desmorona ante la evidencia de una maniobra inteligente y una estructura detallada. La hipótesis de una aeronave secreta no encuentra correspondencia en los prototipos conocidos de la época. Lo que queda es un residuo de misterio, un conjunto de datos de alta calidad proporcionado por observadores impecables que apunta hacia una realidad que no encaja en nuestro paradigma tecnológico de 1948.

Sin embargo, el legado más profundo del incidente Chiles-Whitted trasciende la pregunta de "¿qué vieron?". Su verdadera importancia histórica radica en cómo su investigación expuso y, en muchos sentidos, creó la profunda fractura que ha definido el debate sobre los OVNIs desde entonces. La colisión no fue solo entre un DC-3 y un objeto desconocido, sino entre la evidencia testimonial de los que están en primera línea, las conclusiones secretas de los analistas de inteligencia y la postura política de negación y control de la información adoptada por el estamento militar. Ese cisma, nacido en el verano de 1948, ha alimentado setenta y cinco años de desconfianza, especulación y una búsqueda incesante de la verdad, convirtiendo a un encuentro de quince segundos en un pilar eterno de la ufología moderna.

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El avión fantasma. (1948, 25 de julio). Diario de Burgos, p. 2. 

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