Un cierto regusto metálico

 Un cierto regusto metálico



Siempre hemos asociado la epilepsia con ese cuadro que es capaz de hacer que una persona tenga grandes convulsiones con pérdida de conciencia y de conexión con la realidad. Pero hay muchos tipos de epilepsia, y entre estos tipos hay uno que es especialmente curiosa por su sintomatología y porque clásicamente se ha usado como posible explicación a ciertos fenómenos anómalos. Es la llamada epilepsia del lóbulo temporal (o epilepsia lóbulo temporal plus si afecta a más de una zona del cerebro).


Antes de seguir, como siempre, la famosa advertencia: lo que van a leer es sólo una opinión, y por lo tanto está sujeta a debate, de hecho, debe estarlo, porque si no lo está, significa que tiene poco interés o que quizás no he sabido expresar bien lo que quiero dar a entender (cosa por la que me decanto, nunca he sido muy buen comunicador). Así que recuerde, relájese y piense que estamos discutiendo amigablemente en una terraza con un café por delante. Por otra parte, que quede claro que no podremos explicar todos los fenómenos anómalos, pero el ejemplo de este tipo de epilepsia me puede servir para ilustrar finalmente otro concepto.


Las epilepsias temporales ponen de manifiesto varias características de este lóbulo temporal: en primer lugar a diferencia de otras epilepsias, no tienen por qué cursar con la pérdida de consciencia, por lo que la persona que las sufre es consciente de lo que le está pasando. Por otra parte, dependiendo del territorio que esté afectado, tiene muchas características y síntomas asociados. De todos ellos me voy a quedar con los que se dan en algunas zonas del lóbulo temporal, para ser exactos en la zona de la corteza temporal medial.


Y ¿por qué las de esta zona?, en primer lugar porque las epilepsias de esta zona se relacionan con problemas de memoria y la presencia de auras (no, no me refiero a las auras como el famoso halo energético: en las epilepsias (y migrañas) las auras son fenómenos sensoriales sin estímulo normalmente que “anuncian” la llegada de una crisis). Este tipo de auras es muy curioso, porque tienen dos grandes tipos:


1.- Manifestaciones subjetivas, como un aura epigástrica ascendente (sensación de vacío, “mariposas en el estómago”, opresión, quemazón), miedo o sensaciones internas complejas como el déjà vu, jamais vu, jamais vécu o jamais entendu (estas sensaciones son muy importantes), síntomas psíquicos y estados de somnolencia.


2.- Manifestaciones objetivas: tics simples (se llaman automatismos) o complejos, taquicardias, arritmias, midriasis, palidez, náuseas, alteraciones del lenguaje y del habla, entre otras.


Como podemos ver, la persona que padece este tipo de epilepsia puede encontrarse ante una situación común pero integrarla como algo nuevo (jamais vu), o lo contrario, reconocer un patrón o una situación nueva (déjà vu). Pero a estos dos clásicos se unen el jamais vécu (parecido al jamais vu, pero que engloba la totalidad de la situación) o el jamais entendu (no reconocer ciertas palabras porque se tiene la sensación de no haberlas oído antes).


Pero seguro que estará pensando qué nos enseña este tema sobre la conciencia y su relación con los fenómenos anómalos: pues voy a intentar desgranar cada uno de sus aspectos: en primer lugar, hablemos de una de las características que hemos comentado de la conciencia: recuerde que hemos comentado que la epilepsia del lóbulo temporal no tiene por qué cursar con pérdida de consciencia: es un rasgo característico importante, porque en este caso el hecho de que se produzca una verdadera activación en cascada de todas las neuronas de manera asíncrona no se traduce en una pérdida de la conciencia, por lo que pone en jaque en mi opinión a dos de las hipótesis de la conciencia con más apoyos: la hipótesis funcionalista y la hipótesis relacional de la conciencia: en la primera, la conciencia surge de la función cerebral, pero en este caso, la función cerebral se haya comprometida, y sin embargo, la conciencia no. En el segundo caso, la hipótesis relacional de la conciencia refiere la conciencia emerge de las relaciones de las redes neuronales, no de un grupo anatómico determinado: pero en este caso, como en el anterior, las redes neuronales también están comprometidas. Pero no sólo estamos en este punto, sino que hay uno más.

Y es el famoso problema de la existencia o no del fenómeno externo: recordemos que en este caso existen ciertas alteraciones de tipo subjetivo que hemos descrito anteriormente. Y si me lo permiten vamos a usar cada una de ellas y las aplicaremos, empezando por el clásico déjà vu; como queda explicado en la ilustración de la izquierda, puede que cierta circunstancia sea reconocida como ya conocida, que acompañamos con la frase clásica de “esto yo ya lo he visto antes”: normalmente el lapso de tiempo es muy corto de reconocimiento de la situación y por lo general es posterior, por lo que podríamos decir que este clásico ejemplo de “precognición a muy corto plazo” podría deberse a que la persona “tiene la sensación subjetiva de conocer la situación con anterioridad”, cuando no es así. Ahora es cuando viene la pregunta: ¿existe el fenómeno externo de la precognición para este caso?, la respuesta en sí es complicada, si bien para un observador externo no lo es, para la persona implicada sí existe. Pero vamos al lado contrario, hablemos del Jamais Vu:

Como dice la imagen, es la situación inversa al déjà vu, y es cuando una situación común parece ser la primera vez que sucede: y eso significa que procesos comunes ya conocidos son integrados como si fuera la primera vez que lo hacen. Relatos donde las personas indican que de buenas a primeras se encontraron en un paisaje que desconocían, podrían asociarse a este curioso fenómeno, y de la misma manera que lo anterior, ¿el fenómeno externo existe o no?, pues podríamos aplicar las mismas respuestas que en el caso anterior. Procesos similares podrían darse en fenómenos como el Jamais vécu o Jamais entendu, donde situaciones y sonidos familiares son integrados como si fueran novedosos para la persona.


A modo de resumen, de la misma manera que se dice por parte de muchos investigadores de lo anómalo que es preciso que entre los equipos interdisciplinarios que investigan estos fenómenos debe existir un ilusionista que sea capaz de desmontar los engaños voluntarios de ciertos sujetos, puede que deban contar también en esos equipos con personas expertas en la neurociencia no para desmontar engaños, sino para poner de manifiesto cómo la complejidad de la conciencia y del cerebro de las personas es capaz de hacernos creer que hemos visto algo que nunca hemos visto a pesar de que lo vemos cotidianamente como pensar que sabemos algo que realmente no hemos sabido nunca. Gracias si ha llegado hasta aquí y hasta la próxima.







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