Una voz interior

 Una voz interior


Estoy seguro que han oído (nunca mejor dicho) hablar de la “voz interior”; pero hoy me voy a permitir contarles algo sobre otra voz interior, que además (como siempre) entronca con la integración anómala de datos sensoriales y en última instancia con la #conciencia (¡les pillé!). Y lo voy a hacer hablándoles de una enfermedad que quizás algunos de ustedes conozcan, que además afecta a un órgano de los sentidos y que da lugar a una curiosa paradoja: voy a empezar a hablarles de la otosclerosis. 

Podríamos definir la otosclerosis de manera muy rápida como una “artrosis” de la cadena de huesecillos del oído medio: sí, los famosos martillo, yunque y estribo. Estos huesecillos tan pequeños tienen una función fundamental: son los transductores que transforman las vibraciones del tímpano en ondas dentro del sáculo del oído interno, para ser exactos en un líquido llamado endolinfa,  a través de la denominada ventana oval, y que hacen que el famoso “caracol” vibre con frecuencia fundamental según esas ondas: todo un sistema que la naturaleza ha diseñado para poder hacernos conscientes (nótese la importancia de la palabra) de dos circunstancias importantes, a saber, el sonido, pero también nuestra posición en el espacio. Posteriormente esas ondas viajan por la vía auditiva al centro auditivo y nos permiten oír, al integrar la información que llega a la misma a la corteza auditiva, que como creo que sabrán se encuentran en el área temporal del cerebro (y este detalle que parece no tener importancia la tiene, y mucha).


En algunas personas, estos huesecillos terminan alterando su forma, de tal manera que dejan de realizar su función: por lo que la persona tiene lo que denominamos una sordera de tipo no central, es decir, que pierde capacidad auditiva (porque algo conserva) por un fallo en lo que podríamos denominar el sensor que recoge los datos del exterior (ondas sonoras), y da lugar a la hipoacusia, además de otros síntomas como puede ser el vértigo de tipo periférico, muy molesto para las personas que lo padecen, porque recordemos que el oído no es sólo el órgano de la audición, sino también en del equilibrio, o si lo prefieren, el órgano de situarnos en el espacio. Pero además, esta enfermedad da lugar a una curiosa paradoja, que creo que les va a sorprender.



No sé si saben que oímos de dos maneras: por lo que se denomina la vía aérea y por la vía ósea: esta audición doble es la responsable de que cuando oímos nuestra voz en una grabación nos suene tan extraña: de hecho, normalmente nuestra voz es la que oímos “interiormente” junto con la exterior, mientras que los que nos escuchan hablar sólo pueden oír la voz exterior (por este hecho siempre ha despertado mi admiración las personas que pueden imitar tan perfectamente a otras a pesar de que hacen una doble audición). Pues el caso es que estos pacientes, a pesar de que no oyen bien, normalmente usan un volumen de voz muy bajo, tanto que a veces los que supuestamente oímos bien tenemos que pedirles que eleven la voz, y esto es precisamente porque de manera inconsciente (aquí quería llegar yo) su sistema vocal ajusta el volumen de su voz en relación al volumen que perciben directamente: ellos se “escuchan” perfectamente porque están usando la vía ósea para la audición (recuerden que ésta es independiente de la cadena de huesecillos), mientras que tienen un “botón de mute” natural sobre todo el ruido exterior: el resultado es que de manera automática disminuyen el volumen de su voz.


Y usted se preguntará (no sin razón), ¿qué puede tener esto que ver con las integraciones anómalas?:en primer lugar quiero que  recuerden  que estas personas de manera inconsciente regulan el volumen de su voz: ahora vamos a realizar lo que podríamos llamar un “experimento mental”  (es sólo especulación): piensen por ejemplo en el caso de una persona que refiere tener la capacidad de tener ciertas “sensaciones” que los demás no podemos: ¿puede ser que este aumento de sensibilidad se deba a una alteración de algunos órganos de los sentidos?. ¿Y si se necesita siempre que algunos sentidos pierdan sensibilidad “externa” para que ganen sensibilidad “interna”?: en otras palabras, es preciso una especie de “mute” sensorial, ¿y qué razón tendría este “aislamiento exterior”?: si lo analizamos desde el punto de vista neurológico, el cerebro (para ser exactos la corteza cerebral que hasta ahora es la única parte del sistema nervioso central que sepamos es capaz de arrojar la luz de la conciencia” sobre lo que nos rodea) estaría de manera constante “integrando” la información que recibe a partir de no sólo los órganos de los sentidos como tales, sino de los múltiples sensores (temperatura, presión, componentes químicos, etc) que están repartidos por nuestra economía (la manera que los sanitarios denominamos a nuestro cuerpo) y que son tanto para determinar la situación exterior como la interior. Esto genera una especie de “ruido de fondo”, como el ruido que nos acompaña durante el día y que impide que oigamos ciertos sonidos que se hacen más evidentes por la noche, cuando hay menos actividad y permite que el cerebro pueda interpretar e integrar esas señales que ya no se encuentran diluidas en una señal de mayor intensidad.


No sé si se han fijado que la mayoría de las veces a las personas que tienen cierta capacidad por ejemplo “precoginitiva” se las representa con los ojos vendados, cuando no son directamente ciegas: ¿es una coincidencia o tiene cierta relación con esa necesidad de “acallar” lo que podríamos denominar “ruido sensorial” para permitir que ciertas señales puedan ser integradas de manera anómala por parte de las vías de integración de la percepción?. ¿Apoyaría este hecho de nuevo que para la manifestación de las capacidades Psi uno de los factores es la ausencia de ruido sensorial?. Si no, vayamos a otra característica que podríamos denominar “inquietante” que acompaña a algunos fenómenos en este caso de avistamiento de UAPs, OVNIs o FANIs depende de la nomenclatura que más le guste: y es el fenómeno de la llamada “Campana de silencio”, que además se da de manera no tan frecuente en otros casos de sucesos anómalos o paranormales, donde el testigo afirma que de manera inusual, tanto el ruido, como las sensaciones térmicas, o del viento, etc, dejaron de hacerse tan evidentes. Si lo analizamos con atención., estamos ante un “silencio sensorial”. Sin embargo lo que no queda muy claro es si este silencio es la causa de que podamos “notar” el fenómeno anómalo o es el fenómeno anómalo en sí el que provoca dicha situación: es decir, ¿qué fue primero, la gallina o el huevo?.


Espero que estas preguntas les hagan reflexionar, porque además nos da lugar a poder diseñar varios modelos experimentales o cuasiexperimentales de comprobación de esta hipótesis. Por cierto aprovecho para dejarles el enlace a una revista sobre Transcomunicación en la que colaboro a veces y que creo que puede ser de su interés. Espero que les haya gustado este cuento y hasta la próxima.



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